Movimiento de Schoenstatt Trujillo – 18 de octubre de 2011
“Querida Familia:
En este mes de octubre la Familia internacional de Schoenstatt cierra una etapa en su preparación al centenario de la Alianza de Amor. El año del Padre nos llevó a centrarnos en la persona del fundador, en su búsqueda de la voluntad de Dios que culminó el 18 de octubre de 1914, en su entrega paternal a los primeros, en su servicio a la libertad y la autoeducación de los que le fueron confiados.
Y en este octubre de 2011 se abre una nueva etapa en el camino al Jubileo del 2014: es el año del Santuario. Este año nos convoca a redescubrir lo central del carisma de Schoenstatt: el Santuario como lugar de Alianza y fuente de gracias. El tránsito de un año del Padre a un año del Santuario es natural y evidente. Porque fundador y Santuario son inseparables. Podemos afirmar que el Padre Kentenich fundó el Santuario, pero a su vez también el Santuario fundó al Padre Kentenich. Su vida personal y su acción pastoral estuvieron marcadas por la profunda fe en la presencia de María en ese lugar concreto.
Tres frases del P. Kentenich expresan cuánto le significó el Santuario y nos pueden acompañar en este año: “Quien me busque me hallará en el Santuario”. Allí está su hogar, a ese lugar pertenece, allí encuentra arraigo y cobijo. Porque allí mora María, madre siempre presente y educadora siempre actuante. El Santuario no es lugar de paso sino verdadero hogar. Regala experiencias de Tabor, lugar donde se está bien y donde brilla el rostro del Señor.
“Sin Santuario no hago nada”, frase repetida por el fundador en nuestra Patria cuando instaba a las Hermanas de María y al entonces pequeño Movimiento a que construyeran un Santuario. Allí mora “la gran misionera”. Ella es capaz de obrar grandes milagros. Es preciso ayudarla, ser sus instrumentos aptos y generosos. Allí hay que conducir a los hombres para que se encuentren con la “pedagoga del Evangelio”, la que como nadie enseña los valores del Evangelio.
“A la sombra del Santuario se ayudará a decidir los destinos de la Iglesia y del mundo”. Una frase dicha por primera vez en 1929, expresión de fe en una promesa y desafío hacia el futuro. En 1914 el Padre Kentenich no fundó una capillita acogedora para personas dedicadas a la auto-santificación, sino que quiso un lugar de peregrinación abierto a todos, donde corazones jóvenes se dejan educar para ser discípulos de Jesucristo y se dejan enviar para llevarlo a los pueblos y a las culturas de este mundo. Los santuarios son “antenas permanentes de la Buena Nueva”, afirmaba Juan Pablo II en el Ángelus del domingo 12 junio de 1992. Las antenas receptan las ondas. El Santuario está para receptar los signos del amor de Dios en la propia vida y en los sucesos del tiempo (gracia del cobijamiento), para captar sus deseos y dejarse interpelar por su voluntad que invita al crecimiento y a la conversión (gracia de la transformación interior). Las antenas transmiten las ondas. Lo recibido como don se transforma en tarea, hay que llevarlo a los demás (gracia del envío apostólico). Los Santuarios cumplen su misión si son verdaderos centros de evangelización, si generan personas y comunidades al servicio de los demás.
En los múltiples Santuarios marianos, afirma el Papa Juan Pablo II, «no sólo los individuos o grupos locales, sino a veces naciones enteras y continentes buscan el encuentro con la Madre del Señor, con la que es bienaventurada porque ha creído; es la primera entre los creyentes y por esto se ha convertido en Madre del Emmanuel. Éste es el mensaje de la tierra de Palestina, patria espiritual de todos los cristianos, al ser patria del Salvador del mundo y de su Madre. Éste es el mensaje de tantos templos que en Roma y en el mundo entero la fe cristiana ha levantado a lo largo de los siglos. Éste es el mensaje de los centros como Guadalupe, Lourdes, Fátima y de los otros diseminados en las distintas naciones, entre los que no puedo dejar de citar el de mi tierra natal, Jasna Gora. Tal vez se podría hablar de una específica "geografía" de la fe y de la piedad mariana, que abarca todos estos lugares de especial peregrinación del pueblo de Dios, el cual busca el encuentro con la Madre de Dios para hallar, en el ámbito de la materna presencia de "la que ha creído", la consolidación de la propia fe». (Juan Pablo II, Encíclica “La Madre del redentor”, 25 de marzo de 1987, N° 28)
Querida Familia, en este año del Santuario estamos llamados a buscar allí el encuentro con María para consolidar la propia fe, como lo hizo el fundador durante toda su vida. Y para ser enviados desde allí a construir una familia en este mundo dividido y sin hogar. La Mater nos repite también hoy aquellas amorosas y motivadoras palabras: “Pruébenme con hechos que me aman realmente y que toman en serio su propósito. Ahora tienen para ello la mejor oportunidad”. (18 de octubre de 1914, 1º Acta de Fundación)
Desde el Santuario, unidos en la Alianza, P. Reinaldo Nann
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