Ya estamos en pleno año Jubilar del centenario de
Schoenstatt y como Iglesia estamos transitando la Cuaresma, tiempo de gracia y
conversión, camino hacia la Pascua.
“Comenzamos el camino hacia la Pascua. Nuestro peregrinar se
hace
más intenso contemplando, desde ahora, el Misterio que nos restauró la Vida,
el
Misterio de nuestra reconciliación con Dios por medio de Cristo Jesús, que
padeció, murió y resucitó por nuestros pecados. Nos preparamos andando, y
todo
andar implica una partida, una salida. Como la de Abraham, como la de los
profetas, como la de cualquiera de aquellos que un día, allá en Galilea, se
pusieron en marcha para seguir a Jesús” (Card. Jorge Bergoglio, Mensaje de
Cuaresma del 2007).
La
Cuaresma es el tiempo privilegiado
de
la peregrinación interior hacia Aquel que es la fuente de la
misericordia. La
peregrinación nos habla de un camino que tiene una meta, no es un caminar
sin
rumbo, aquí radica una de las notas que define el tiempo del peregrino. El
peregrino sabe a donde va,
vive
en la esperanza del gozo de aquello que da sentido a su vida y caminar.
Mantener
viva esta búsqueda de la voluntad de Dios, este anhelo de Dios es la fuente
de
la santidad, es un signo claro de la presencia del Espíritu.
Para iniciar
este
camino que nos propone la Cuaresma debemos hablar necesariamente de la santidad, el seguimiento de Cristo, como un llamado y exigencia de nuestra
fe. La imagen del atleta de la que nos habla el apóstol y utiliza la
liturgia nos ilustra sobre el significado y la necesidad de los ejercicios
de
Cuaresma, cuando afirma: "Los
atletas se privan de todo...por una corona que se marchita; nosotros, en
cambio,
por una corona incorruptible. Así, yo corro, pero no sin saber
a
donde"
(cfr. 1 Cor. 9,
24-29).
En esta peregrinación cuaresmal, que tiene su centro y
fortaleza
en el seguimiento de Cristo, no peregrinamos solos, vamos con nuestros hermanos con
quienes
convivimos, a quienes amamos, apreciamos o ignoramos; con quienes
compartimos
nuestro día a día. Es importante reflexionar cómo son nuestros vínculos
personales, qué relaciones generamos, si nuestro vivir es una “indicación
hacia
el cielo”. Al respecto es claro el evangelista san Juan cuando afirma:
"El
que dice: Amo a Dios, y no ama a su hermano, es un mentiroso. ¿Cómo puede
amar a
Dios, a quién no ve, el que no ama a su hermano, a quién ve?" (1 Jn.
4,
20). Nuestra fe no puede quedar en un diálogo intimista con Dios, sino que
debe
ser el testimonio de un encuentro vivo con el Dios de la misericordia
manifestado en Jesucristo, que genere vínculos fecundos en el amor con
nuestros
hermanos. Qué bueno que nos preguntemos en esta Cuaresma si estamos
dispuestos a
reconocer nuestras fragilidades y
pecados, y tomar conciencia de aquellas actitudes que debemos cambiar en
nuestra vida. No hay "peregrinación
interior" sin un acto de humildad y arrepentimiento que nos
permita reconocer nuestras debilidades para disponernos a cambiar. Nuestra
meta
cuaresmal es el encuentro con Cristo
nuestro Señor, nuestra Pascua y nuestra Vida.
En este año 2014 también estamos peregrinando como Familia de
Schoenstatt
hacia el 18 de octubre. Ese día del centenario de la Alianza de Amor con
María queremos renovar todos, junto al P. Fundador, como Movimiento en todo
el
mundo, la Alianza de Amor con María y ponernos nuevamente a su disposición
para
construir con Ella el Reino de Cristo.
Este peregrinar es un camino de renovación personal y comunitaria,
y
para ello, al comienzo de este año Jubilar y en el marco de la Cuaresma es
bueno
que pidamos perdón
-
por las veces
que no fuimos fieles a la Alianza de Amor
sellada con María,
-
por excusarnos
fácilmente de la palabra empeñada en la Alianza,
-
por no visitar a
María en el Santuario y no ayudarla en su misión,
-
por las faltas contra la
unidad de la Familia y la fraternidad,
-
por las faltas de
generosidad
y solidaridad,
-
por las ambiciones
egoístas y
juegos de poder,
-
por haber falseado la
verdad
y la justicia,
-
por la mundanidad de
nuestra
fe y de nuestro amor.
La
Iglesia nos propone en este tiempo de peregrinación cuaresmal intensificar
nuestra oración, tener gestos de
misericordia y ayunar. “Ayunemos
desde la solidaridad concreta como manifestación visible de la caridad de
Cristo
en nuestra vida. Así tiene sentido nuestro ayuno como gesto profético y
acción
eficaz… Ayunar es amar” (Card. Bergoglio, Mensaje de Cuaresma 2011).
Como
les decía en otra Cuaresma:
-
Ayuno de palabras
hirientes y tener más palabras bondadosas.
-
Ayuno de egoísmo
y
tener más compasión por los más necesitados.
-
Ayuno de juzgar a
otros y descubrir a Jesús que vive en ellos.
-
Ayuno de rupturas
y
construir vínculos.
-
Ayuno de venganza
y
buscar la reconciliación y el bien.
-
Ayuno de
pesimismo y
poner más confianza en Dios.
-
Ayuno de palabras
vacías y escuchar más a Dios y a los hermanos.
Queridos hermanos en la Alianza, que esta cuaresma del 2014
sea
una buena ocasión para renovarnos en
la
Alianza de Amor con Cristo y María y así seguir peregrinando y
construyendo
juntos, en cada lugar donde estemos, una Cultura de Alianza.
Desde
el Santuario reciban un cordial saludo y bendición. ¡Feliz día de
Alianza!
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